Reflexionemos

Seguimos en el día de reflexión... y yo, como buena española, sigo reflexionando. Pero esto tiene un inconveniente. Cuando reflexiono sobre el entorno laboral me viene una pregunta a la cabeza que nada tiene que ver con mi decisión electoral.
¿Por qué no podemos votar a quién queremos como compañeros de trabajo?
Sólo tengo una única respuesta, la que me ofrecen las pocas neuronas que aún me quedan.
No existe la Democracia... al menos en el trabajo... ¿o sí? Porque al fin y al cabo, aquí también estamos gobernados por inútiles.

Los Gelíticos

Un día de reflexión, previo a las elecciones, da para mucho. Pero sin duda hay un asuntillo que nunca se nos puede ir de la cabeza. Sólo hay que levantar la vista... y... ahí está!!! Con su cara de almeja revenía!!! Es un gelítico.

Esta raza en cuestión es muy peculiar. Al igual que ocurre con las cigarras, es un animalillo que podría pasar desapercibido, si no fuera por ese continuo, agobiante e indiscriminado ruido que hacen continuamente (más aún a la hora de la siesta, tan típicamente española). Ese ronroneo constante puede ser peligro para la salud... ya os imagináis... dolor de oídos, inflamación del tímpano, destrucción de la cadena de huesecillos, irritación del nervio auditivo. Dicho nervio, muy sensible a los gelíticos, puede provocar unas ganas incontenibles de fumar, esnifar cocaína, arrancarse de cuajo las orejas e incluso podemos llegar a cometer un homicio. Dada su peligrosidad, 10 en la escala de Lo (que va del 1 al 10), aportaré unos datos para su rápida localización en el entorno laboral.

Un gelítico, en lo que a apariencia física se refiere, es similar a Blas (el de Barrio Sésamo). Su cábeza, tendente a los cítricos, sufre además una serie de malformaciones bastante llamativas... es decir... no hay quien le quite la cara de gilipollas.
Un gelítico, dada su apariencia, siempre tratará de aprovecharse de su situación "aparente" de disminuido psíquico ( algo que no es en absoluto). En el momento en el que se le recrimine haber cometido algún error en el trabajo (algo habitual, por cierto), adoptará la típica actitud de: "ay!!! no lo sabía!!!". Y por supuesto, segundos después, volverá a cometer el mismo error, obviando por completo las recomendaciones del resto de los compañeros.

Un gelítico siempre está en comunión con Dios. Pero no con el Dios de todos los mortales, no. Es un Dios especial. Es aquel Dios que sólo atiende las necesidades de aquellos que pagan su entrada al cielo con tarjeta Visa Platino o en efectivo con billetes de 500 euros (lo de hacer buenas obras para entrar en el paraíso, olvídenlo). No hay más Dios que ése, y por supuesto, cualquiera que no crea en él será directamente fulminado por el brazo todopoderoso de Rouco... perdón... de Dios.

Un gelítico es aquel ser que asegura practicar el sexo a diario y en cantidad. Esto tiene truco. El sexo, no es en pareja, sino en solitario. 5 pajas diarias y, a posteriori, 5 ave marías para obtener el perdón sagrado.

Un gelítico no sabe sumar. Confunde uno o dos con un millón o dos millones. Y que decir de los colores o del resto de las razas. Un aguilucho se convierte, a sus ojos, en un lindo e inofensivo jilguero.

Un gelítico puede convertirse también en espía... sí, sí, en espía. Ojo cuando critique a sus jefes... mire a su alrededor, porque un gelítico puede estar escuchando a la vuelta de la esquina.

Y hablando de jefes... un gelítico siempre es el niño mimado de los superiores. Sólo hace falta un gesto suyo para que un gelítico se ponga a trabajar como una fotocopiadora. Nunca esperen que un gelítico haga algo original. No. Un gelítico siempre hará burdas copias de la realidad, y de una realidad que ya de por sí, distorsiona.

Señores, señoras, niños y niñas... los gelíticos son muy peligrosos. Son capaces de deformarnos, incluso a nosotros, los clips. Pero hay manera de luchar contra ellos. Pero podemos dar un consejo. Compren formol e introdúzcanlo en dosis altas en un Actimel. No se podrá aguantar. Es como el sol para las plantas, como el frío para el hielo, como el agua para los peces, como la carne para las pirañas!!! Imprescindible!!! Aún así, sabemos que un Actimel empaparruchado de formol no servirá para acabar con él, pero al menos, le mantendrá dormido durante un largo rato. Suficiente, créanme.

Las Meninas

Comienzo la descripción de lo que muchos conocemos como Las Meninas (y no las confundan con las de Velázquez, un respeto, por favor).

Una Menina es un ser codicioso y malvado, pijo hasta la repugnancia. Cualquier frase que pronuncia va, cual serpiente, seguida de un siseo insoportable. Ej: "Ayyyy Cariño, essstoy cansssadisssima de ver imitacionessss de yvessss ssssaint laurent."

Una Menina es peligrosa. Tiende a sonreir continuamente, alabando al resto de serecillos que habitamos en su mismo espacio laboral. Pero ojo, nunca hay que creer en sus halagos. Cuando menos te lo esperas... racataplás!!! hachazo que te dió!!!

Una Menina tiende a vestir de marca... y por supuesto nada de marcas asequibles para todos los públicos... no, no... Guchi, Prada y Donna Karan están entre sus preferencias.

Pero una Menina suele tener un problema (problema también por el que es fácil reconocerla a simple vista). Su cuerpo es bastante peculiar. De ahí su sobrenombre y por cierto, su única relación con la obra de Velázquez. Su estatura suele ser, más bien, diminuta. Las piernas sufren de un aumento de volumen considerable con respecto al resto del cuerpo. Hecho éste, que se ve agudizado por el lugar que ocupa su trasero. Suele encontrarse allá donde el resto de los mortales tenemos las rodillas. En cuanto a sus manos tiene claros signos de enanismo. Y llegando a la parte superior... ay!!! qué decir de esa cara!!! Los rasgos de deficiencia se mezclan con los de gnomo, esos a su vez con los de cerdita peggy, y éstos últimos con una capa de aproximadamente 20 centímetros de grosor de maquillaje.. eso sí, del güeno, güeno!!!

Otra característica de una Menina es su analfabetismo total. No sabe escribir la O ni con un canuto pero es capaz de convencer a los jefes de todo lo contrario. Incluso a veces llega a convertirse en un ser imprescindible.

Nos queda el consuelo, eso sí, de que nunca llegará a ser un CLIP. Porque a una Menina... nunca se la echará de menos.

El objetivo

Dado que, como clip, soy una completa inutilidad en el trabajo, me tengo que dedicar a otros "asuntillos"... maliciosos, por supuesto.

La creación de un BESTIARIO DEL TRABAJO es una labor ardua... sobre todo en el mío viendo la cantidad de especímenes extraños que pululan a mi alrededor.

Están las bichas, las meninas, los gelíticos, las lolypops, las putirebecas, los engolados, las betys, los recortines, los mostrencos, los coca-colos, los anchoas, las chochos, las maritadors, los bichopalos, los chanclas...
Pero también mis muy queridos mayorzotes, y ante todo la super pandilla basurilla.

Poco a poco iré ofreciendo un perfil pormenorizado de cada uno de estos especímenes. Siempre conviene conocerlos a todos. Y es que estoy segura de que no sólo existen en trabajos como el mío. Pueden estar junto al escritorio de cualquiera... acechando... en las tinieblas del curro... sibilinos... Por eso es mejor conocerlos y saber como actuar en caso de colisión con una de estas criaturillas.

El porqué


Es muy simple. Cualquier persona (sensata, por supuesto) se habrá sentido en algún momento en su trabajo como un CLIP. Para explicarme mejor, un clip es ese elemento que no puede faltar en la mesa del curro pero que nadie en su sano juicio utiliza.

¿Para qué? ¿Qué utilidad tiene?


- Razón 1 para no utilizar un clip: Si necesitas unir varios folios, para que no se pierda ninguno, utilizarás una grapadora. Nunca un clip. Las hojas pueden llegar a soltarse.
- Razón 2 para no utilizar un clip: Si necesitas acoplar una pequeña nota a un dossier, utilizas un post-it. Es más fiable y nunca dejará marcas en un pequeño papelillo como ocurriría con un clip, que además tapa la mitad de la anotación.
- Razón 3 para no utilizar un clip: Unas pocas hojas se sueltan... muchas hojas no las abarca... no hay término medio para el jodío cacho de alambrito.

Pero, lejos de estas razones (a las que sin duda se podrían añadir muchas más), lo cierto es que el clip nos resulta imprescindible. Todos tendemos a comprar clips, en cajas, en grandes y gigantescos paquetes, de colores, de simple color metal, recubiertos de plásticos, de tamaño extra-largo, diminutos, con alitas (uy!!! perdón, eso es otra cosa que comentaremos en cualquier otro momento)... En definitiva... que levante la mano quien no haya comprado nunca una caja de clips... no veo a nadie levantarla... vale, tú, el gilipollas de la esquina, a ti no me dirigía,... vale... supongo que ahora me comprendereis.

Me siento como un clip... INÚTIL PERO ME ECHARÍAN DE MENOS SI NO ME TUVIERAN.